se condensan y engendran
un nuevo ser desconocido;
un poema que emerge
sin saber muy bien porqué se engendra.
La pluma cruje y llora cuando roza
y vierte la semilla,
mancillando los poros impolutos,
cándidos, del nuevo pliego
que despierta, se estrena y se estremece.
Y va surgiendo ese incógnito ser
que hablando va consigo mismo.
Y no obedece, y grita, y chilla,
y se afirma hasta sentirse autónomo.
Se desliza y escapa de mi mano
sin decir lo que yo quiero que diga.
Me rindo y abandono la mano
dejándolo que fluya. Y, al final,
apenas si comprendo
sus razones de ser, de estar presente.
¿A qué viene su risa, cuando ríe?
¿A qué su llanto, cuando se torna triste?
Pero el poema es rebelde, se declara sincero
y dice lo que él quiere decirme.