POEMA DEL RENUNCIAMIENTO
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor, y, al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte… y jamás lo sabrás.
Soñaré con el nácar virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeralda de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos… y jamás lo sabrás.
Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca… y jamás lo sabrás.
Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar,
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos… y jamás lo sabrás.
Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-el tormento infinito que te debo ocultar-,
te diré sonriente: «No es nada… Ha sido el viento».
Me enjugaré la lágrima… y jamás lo sabrás.
Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca… y jamás lo sabrás.
La desolada estrofa, como si fuera un ala,
voló sobre el silencio… Y tú estabas allí:
allí, en el más oscuro rincón de aquella sala,
estabas tú, escuchando mis versos para ti.
Y tú, la inaccesible mujer de ese poema
que ofrece su perfume pero oculta su flor,
quizás supiste entonces la amargura suprema
de quien ama la vida porque muere de amor.
Y tú, que nada sabes, que acaso hoy ni recuerdes
aquellos versos tristes y amargos como el mar,
cerraste en un suspiro tus grandes ojos verdes,
los grandes ojos verdes que nunca he de olvidar.
Después, se irguió tu cuerpo como una primavera,
mujer hoy y mañana distante como ayer…
Y vi que te alejabas, sin sospechar siquiera
que yo soy aquel hombre… y tú, aquella mujer.
POEMA DE LA DESPEDIDA
Te digo adiós y acaso te quiero todavía.
Quizás no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste… No sé si te quería…
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, apasionado y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco,
pero si sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en el recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiece a amarte como jamás te amé.
Te digo adiós, y acaso, con esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.
POEMA DEL SECRETO
Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día…
y no puedo olvidar.
Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar.
Puedo decir tu nombre con voz indiferente…
y no puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así, como al azar…
Puedo verte con otro, sin suspirar siquiera.
Y no puedo olvidar.
Ya ves: tú no sospechas este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar…
Porque puedo dejarte de amar, y, sin embargo,
no te puedo olvidar.
TE ACORDARAS UN DÍA
Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te besó en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo
y que se fue con otra para soñar contigo.
Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
solo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras
y te cubrió de rosas sin que tú lo supieras.
Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente.
Viajero silencioso de las noches de estío
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido porque te quiso en vano.
Quizás así de pronto te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
Él andará en la sombra con su sonrisa triste
y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.
CANCION DEL AMOR LEJANO
Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como a una estrella desde mi ventana…
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena,
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos, sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía…
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aun pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo.
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más… Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
CANCION PARA LA ESPOSA AJENA
Tal vez guardes mis libros en alguna gaveta,
sin que nadie descubra cuál relata tu historia,
pues serán, simplemente, los versos de un poeta,
tras arrancar la página de la dedicatoria…
Y pasarán los años… Pero acaso algún día,
o acaso alguna noche que estés sola en tu lecho,
abrirás la gaveta -como una rebeldía-,
y leerás mi libro tal vez como un despecho.
Y brotará el perfume de una ilusión suprema
sobre tu desencanto de esposa abandonada.
Y entonces, con orgullo, marcarás un poema…
y guardarás mi libro debajo de tu almohada.
ELEGIA PARA TI Y PARA MÍ
I
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
II
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
III
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré, quizás: «Qué linda es, todavía».
Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo viejo».
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
IV
Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante; pero cada vez menos…
V
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Ya yo te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.)
VI
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.
POEMA DE LA ESPERA
Yo sé que tú eres de otro, y a pesar de eso espero,
y espero sonriente, porque yo sé que un día,
como en amor el último vale más que el primero,
tú tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro, pero eso no importa,
porque nada es de nadie, si hay alguien que lo ansía,
y mi amor es tan largo, y la vida tan corta,
que tendrás que ser mía.
Yo sé que tú eres de otro, pero la sed se sacia,
solamente en el fondo de la copa vacía,
y como la paciencia duele más que la audacia,
tú tendrás que ser mía.
Por eso, en lo profundo de mis sueños despiertos,
yo seguiré esperando, porque sé que algún día,
buscarás el refugio de mis brazos abiertos,
y tendrás que ser mía.
Sobre el autor: José Ángel Buesa (1910-1982) constituyó un fenómeno de comunicación a través de sus versos amatorios, divulgados en múltiples ediciones y programas radiales. Figura cimera del neorromanticismo en las letras cubanas.