«¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?»,
me pregunta, burlona,
la más anciana del poblado.
Se refiere, lo sé, a lo que siempre buscan
los hombres cuando vuelven del combate.
Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce
como leche de almendras,
tiene el frescor de los helechos
y sangra sin dolor hasta teñir de púrpura el crepúsculo
o para alimentar los cachorros de un tigre.
Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como el oro,
mas sólo un hombre ciego
pudo hallar el camino que a él conduce.
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.
Todas las llamas son el mismo fuego.
Mi cuerpo es una antorcha que alumbra los espantos
que la razón construye en sus tinieblas.
Hay que bajar al cuerpo, muy adentro,
tocar el centro ardiente, abrirlo y propagar
el gozo de la lava.
No importa en qué caderas,
en qué pecho resbale,
no importa la estatura, el sexo o la materia
pues todos caminamos sobre la misma pira.
No medirás la llama con palabras que encubren
los viejos sentimientos de los hombres.
Ha cultivado la prosa poética en «Filosofía en los días críticos», «Diarios 1996-1998» y «Benarés».
Ha traducido y editado a Henri Michaux y ha colaborado en distintos proyectos y actividades editoriales como la realizada conjuntamente con Jesús Aguado, de la cual ha resultado una colección de libros (poesía, ensayo y teatro) de textos clásicos de la tradición india, editados en Benarés.
Entre sus ensayos se destacan los títulos «La creación por la metáfora» 1992, «El crimen perfecto», «Aproximación a la estética india» 1993, «Confucionismo, taoísmo y budismo» 1995 «La razón estética» 1999. ©