No fue ligera la tierra de este siglo
sobre nuestras cabezas,
por más que soñáramos manotearle la suerte
lanzándose a morir
en cada una de sus puertas.
Todo pasó con la fugacidad de un parpadeo apenas.
Y aún hoy cierta señal del tiempo que pudo ser feliz,
acude a socorrer la idea de alguna vendimia memorable,
como cuando tramábamos lo añejo por la cuesta hacia siempre
de algún lunes de Abril,
o nos resolvíamos ya parte en la ecuación
de algún todo de Mayo.
Entonces creíamos tener todas las llaves.
Pero te fuiste yendo dentro de cada mí.
Por cada adiós
quedó un cielo privado de su albatros,
y alguien murió en todos y cada uno
de los rincones de mi mundo,
cada absurdo poeta que me naciste aquí:
entre el pecho y la ausencia,
entre el labio y el rezo,
antes de que te fueras.
Esteban D. Fernández
Sobre el autor: Yo soy un sueño, un imposible… vano fantasma de niebla y luz. Soy incorpóreo, soy intangible…