No fue ligera la tierra de este siglo 
sobre nuestras cabezas,
por más que soñáramos manotearle la suerte 
lanzándose a morir 
en cada una de sus puertas.
Todo pasó con la fugacidad 
de un parpadeo apenas.
de un parpadeo apenas.
Y aún hoy cierta señal del tiempo 
que pudo ser feliz,
que pudo ser feliz,
acude a socorrer la idea 
de alguna vendimia memorable,
de alguna vendimia memorable,
como cuando tramábamos lo añejo
por la cuesta hacia siempre
por la cuesta hacia siempre
de algún lunes de Abril,
o nos resolvíamos ya parte en la ecuación 
de algún todo de Mayo.
de algún todo de Mayo.
Entonces creíamos tener todas las llaves.
Pero te fuiste yendo dentro de cada mí.
Por cada adiós 
quedó un cielo privado de su albatros,
y alguien murió en todos y cada uno 
de los rincones de mi mundo,
cada absurdo poeta que me naciste aquí:
entre el pecho y la ausencia, 
entre el labio y el rezo,
antes de que te fueras.
Esteban D. Fernández