Todo de él me gustaba… todo de él me atraía,
su sonrisa, sus ojos, su mirada, su hablar…
y se adentró en mi vida cuando no lo esperaba
trocando en mil locuras mi tranquilidad.
Yo gocé el privilegio de poder ser su amiga,
de tenerlo muy cerca, de oírle suspirar.
Para mí era ley todo lo que decía
y lo adoré como al santo que yace ante un altar.
No sé si fue bendición o castigo encontrarlo en mi vida
pues por él comprendí que aún podía amar.
Más lo triste de todo fue que al paso del tiempo
yo no pude tenerlo… y tampoco olvidar.
Sophie Delany