Te llevaste mi libertad de ser… el intento del sueño en la entrecalle, el gesto de fragua, de volcán, que ceniza el motivo consumado; partiste… con mi bostezo a punto de nacer, con el cansancio de sabernos tanto; hiciste: de mi duda una verdad, de la espera la crueldad
No fue ligera la tierra de este siglo sobre nuestras cabezas, por más que soñáramos manotearle la suerte lanzándose a morir en cada una de sus puertas. Todo pasó con la fugacidad de un parpadeo apenas. Y aún hoy cierta señal del tiempo que pudo ser feliz, acude a socorrer la idea de alguna vendimia
Todo parece tan real. De repente padeces de ciudad y te encuentras faltándole a tus pasos. Te calza el abandono. Si pudieras desflorar las sombras que silencian las luces fondeadas por los años. Pero mata el afuera que te vive porque hay oleadas que son definitivas cuando habitas abajo. Rayas los días en troncos secos
Te cuento, querida amiga, que nada cambió tan pronto como sugiere el recuerdo, sólo es que el recuerdo viene a besarnos los ojos sin disculpas, sin razones, viene y nos trae el sentido de esas noches suspendidas en el tiempo que hacen un ayer inmenso en un parpadeo apenas, y vuelven a desnudarnos ante un
Niebla y luz. Nueva dupla. Orgiástica en escena. Lujuria elemental. Dueño: de la cruz y la tierra. Casual hallazgo disfrazado. Istakar. Metamorfosis del ave. Frente a la cruz… gestos de ciega. Dessiré D’ Angelo Del Poemario: «Garras de sumisa».
La luz no es suficiente ni alcanzan las palabras me llamarán ingenua volando el gris de otras ausencias, y recogeré el polvo como quien reúne una quimera. La noche no será la noche mi voz ya no será mi voz. (Sobre mi techo un rayo espanta las siluetas) Ya no existo… me llamarán ingenua, la
Una diosa panteísta sobre la arena. Invéntame otro modo de arcilla fresca. Otro mar. Otra cumbre. Otro cielo. Invéntame otro alfabeto… desnuda. Otro modo de actuar, de vivir. Una metáfora: para engendrar mi poesía. Una sabiduría: para llenar el pensamiento. Un sueño. Una emoción. Una mitad siniestra. Invéntame una “isla” donde llevar mi cuerpo. Dessiré
Coleccioné tus poses y tuve sed de la memoria, coleccioné tu olor y tuve miedo de la lluvia, coleccioné tus besos y alejé todas las bocas, me guardé tu mirada y fui ciega por no mirarme en otros ojos. Era necesario guardarte para hundirte en la hora de la fuga de mi rostro. Helen Juliet
Lluvia que mojas mi piel… conoces mi corazón, acércate, ven… por favor, que te quiero cuestionar sobre algo que he perdido y no he podido encontrar. A ti que vienes de lejos y que todo lo conoces, a ti, que vagas los cielos, para caer sin saber dónde, a ti, cómplice fiel de la tristeza
Cumplido el retiro, estás de nuevo en el show. Atrás, en el bungalow, dejas un papiro sajado, y el sobregiro de una risa pizpireta. Lanzas tu tarjeta remota, de huésped casual, sobre el fino césped; gozas romper la etiqueta. Observada en perspectiva, la isla que abandonas trae un aire de donnas bellas, su voz abrasiva