En una cama en penumbras,hay dos cuerpos tendidos.Respiran y libremente fluyencomo el agua muy pura.Uno al otro se vuelven, y vagan remotospor sus propias llanuras.Sin relojes ni prisas, habitantes de sueñosque no logran compartir,y ambos sienten su lejanía, y al sentirlase palpan con la mirada.Luego acuden las manos buscadoras,dos manos que en la cama
Por tus ojos verdes yo me perdería, sirena de aquellas que Ulises, sagaz,amaba y temía.Por tus ojos verdes yo me perdería.Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,brillar suele, a veces, la melancolía;por tus ojos verdes tan llenos de paz,misteriosos como la esperanza mía;por tus ojos verdes, conjuro eficaz,yo me salvaría. Amado Nervo (MÉXICO -1870)
Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra…Si me quieres, quiéreme negray blanca, y gris, verde, y rubia,y morena… Quiéreme día,quiéreme noche…¡Y madrugada en la ventana abierta!…Si me quieres, no me recortes:¡Quiéreme toda!… O no me quieras. Dulce María Loynaz (CUBA-1902)
A veces tengo ganas de ser cursi para decir: La amo a usted con locura.A veces tengo ganas de ser tontopara gritar: ¡La quiero tanto! A veces tengo ganas de ser niñopara llorar acurrucado en su seno. A veces tengo ganas de estar muertopara sentir,bajo la tierra húmeda de mis jugos,que me crece una florrompiéndome
Cuando uno se enamora las cuadrillas del tiempo hacen escala en el olvido la desdicha se llena de milagros el miedo se convierte en osadía y la muerte no sale de su cueva enamorarse es un presagio gratis una ventana abierta al árbol nuevo una proeza de los sentimientos una bonanza casi insoportable y un
Habremos perdido hasta la memoria de nuestro encuentro… y, sin embargo, nos reuniremos para separarnos y reunirnos de nuevo, allí, donde se reúnen los hombres muertos: en los labios de los vivos. Samuel Butler.
Era ella esposa de la distancia y los sustentos. Era una ausencia cómplice en el umbral de los días. Cautiva de sus miedos de lirios y margaritas blancas sembró las pulsaciones quebradas de sus lunas. Era él la savia intraducible de la costumbre. Traía un sueño sin nombre a cuestas un velero escorado
Virgilio nuestro de cada verso, testifica los nervios y la sangre, los tercos sudores de las almas sepultadas bajo los alaridos de la miseria. Luego palpa estos huesos azorados; di si son ciertos, si una fuga, si dos espejos valdrían el desabrigo de una muerte. Testifica esa grave penitencia de la voz para que las
Puede que la felicidad se esconda entre las hendijas de esta hora pulcra insobornable que enjuaga las lágrimas de mi esqueleto. Han revivido dentro de mí todos los relojes y hoy me sobra tiempo para escarbar las sombras del recuerdo. Hablo del reino de la noche -oh noche, descosida luz que desnuda sus