Ya todo es después en los conjuros… tu vuelo fue soborno dos veces en lo inefable. Con el ayer en el portal de la memoria, tanta marcha a favor de un sello en la vigilia… donde creíste encontrar las posesiones, algún paso invisible en el umbral, un idioma de sombras atravesando el río de la
He soñado contigo… He soñado contigo sin saber que soñaba… En la gran chimenea crepitaban las llamas, la tarde se moría detrás de la ventana. Te he visto en mis ensueños como un blanco fantasma, alto junco ceñido al aire de mi alma. Te he visto ennoblecido por estrellas lejanas, turbado por la fiebre de
Cumplido el retiro, estás de nuevo en el show. Atrás, en el bungalow, dejas un papiro sajado, y el sobregiro de una risa pizpireta. Lanzas tu tarjeta remota, de huésped casual, sobre el fino césped; gozas romper la etiqueta. Observada en perspectiva, la isla que abandonas trae un aire de donnas bellas, su voz abrasiva
Bajo el duro afiche que da sentido a esta hora contemplo el rostro de los bailadores. Manos distintas se mueven en el aire.Se mueve una voz, muchachas pegadas al sudory las guitarras que una estrella acerca por su luz. Fascinados en esa alucinación giramos libremente;sin miedo y sin otra voluntad que estar vivos,así giramos, todos
Una noche partíamos almendras en la calle G. Eran más de las 12 y tú y aquella saya de flores blancas parecían la eternidad. Yo me detuve un momento a contemplar la luz y el paso de los autos por La Habana de 1982. Todo resultaba tan sencillo. El viejo mar bendito frente a
No tengo nada. Sólo el amor de una muchacha y mis párpados abiertos. Así puedo correr sobre la hierba húmeda y punzante. Sabiendo que a esa certeza llamarán locura. https://www.facebook.com/moralesedel
Para qué te sostiene. Para qué se desgasta inútilmente mi psiquis —que alguien menos triste llamaría sin eufemismos mi alma— en vitalidades carentes de provecho. Para qué me infarto. Para qué retorno en paz a ese futuro anulado antes de ser —los libros, los nietos, los caminos— con giros y palabras que igual pronunciaría en
He pensado en la muerte; de un modo más preciso, en morir —un verbo minucioso, apegado siempre a lo real de la experiencia. Cuando regresaba tarde a casa, por las calles vacías, he pensado mi muerte. Fue ayer, digamos ya casi un hoy sin sombras; pero aún ahora estrujo contra el rostro una mano crispada.
Ha dejado su temor junto al último café, ahora goza mi presencia: las piernas recogidas, el pelo cansado, distinta. Los discos moviéndose en la madrugada y la penumbra de estas costas vacías, permiten un espacio para el deslumbramiento. Está sentada sobre el piso y mira sin palabras la esperma que deja en los mosaicos la