Debí quedarme dormido, pues cuando abrí los ojos había una niña a dos metros de mí. Aparentaba unos diez años de edad, y estaba sentada sobre el tronco de un árbol caído. ―¿Cómo te llamas? ―pregunté sorprendido mirando a mi alrededor―. ¿Estás perdida? ¿Y tus padres? La niña se quedó pensativa e hizo un gesto