A mi bisabuela Anastasia Petrovna. —Mírame solo cuando dejes de verme —murmuró el Maestro al tiempo que se incorporaba y, desde su estatura, con los brazos cruzados, observaba los ojos de la niña parada en la orilla del río. —Tupayachi, ¿es usted el Maestro Tupayachi? —preguntó Anastasia Petrovna desde las arenas en sombras. —Yo seré
Llegado el momento, con el rostro enrojecido por el esfuerzo, el brujo acomodó el cuerpo de la mujer sobre los caparazones rugosos de los shirúi. Cuesta abajo, hacia la encrucijada del Pazco, cerca del Campo de los Muertos, las noticias iban y venían. Sonajeando con una güira seca, Pelé comenzó a moverse en círculos alrededor