Se oyó un suspiro en medio de la tarde
y todos volvieron la cabeza.
No era más que el aire
que movía las hojas de los árboles.
Después, pudo ser el silencio,
pero no: fue el ruido.
«Ruido, ruido, ruido,
¡demasiado ruido!
«Nel silenzio riposa la poesía»
dice Silvia Favaretto.
Está tan tensa el alma de los hombres
que el mínimo roce la estremece.
En esta tensa vigilia permanente
¡ruido y ruido!
un leve susurro es suficiente
para darle un susto al viento,
pasmarle y detenerle.
Hay que estar atento a los silencios.
Hay que intercalar silencio entre los ruidos,
porque sólo en el silencio puede oírse
el murmullo de la hierba cuando crece.