Te nombro desde la soledad que no tengo,
me acompaña un pueblo vivo en mis ojos
el cuadro de un amanecer pegado al vidrio
que abrí con nuestras miradas,
(la locura que heredé cuando alcancé a comprender
que estar cuerda es estar loca)
que allí, detrás del umbral, hay ciegos que
nunca ven sino en la noche profunda,
y que hay olores nacidos del mismo surco
del viento, donde la siembra es el fruto
y el árbol crece en la ausencia.
Te nombro y miro un lirio y te toco
como te palpo en la piedra, en un milagro del barro,
en la frescura de un río, bajo la sombra de un croto,
y en la sonrisa te encuentro y en la tristeza te llamo
y allí en el cielo las nubes se leen como señales
del mismo tiempo de amor, del mismo beso en las tardes.
MARTHA JACQUELINE IGLESIAS HERRERA
DEL LIBRO: «DE SUEÑOS Y CAMINOS» (2008)