vos dirás, tierra, si es posible que una flor dulce renazca entre los hombres dormidos;
tanto besarte la piel, tanto besarnos la piel como cachorros relamiéndose la herida,
investigando una sarna que no es carne… sólo ilusión
(como las buenas estrellas, también las malas)…
libre o dormido, muerto o despierto, no renunciaré a mis huesos,
ni a los ojos de mis hijos, ni al consejo de los viejos…
de los unos sé el mañana, de los otros mis recursos, y quién soy y para quién somos vida…
vos sabrás decirme, tierra, luna, greda, mano, sabrás decirme las cosas,
en el retumbe del alma por los montes, en el lagrimeo lento sobre la flor y la siembra,
en el latido que trae hablando el viento…
yo no sé más que mi lustro de razones y deseos, mi decepción y mi gloria,
mi amor, mi hambre…
sé que de un par de pisadas nace el hecho fundamental de otro par de huellas hondas,
que de la carne y la sangre se hace el mundo y que se parte la carne cuando brota,
que del amor y del hambre se hacen hombres y mujeres que tienen amor y hambre…
sé que del polvo surge el fuego que se resume en el agua
para correr por el vientre al nuevo polvo,
y sé que soy esto, eso, algo, siempre, tanto, apenas…
múltiplo de mis raciones ordinarias que desmontan la lejanía en un beso,
así… entrado en siglos y esperas que me valen mucho más que el tiempo de esta vida,
así… brotado de agua en la lluvia y picado por los cuervos,
cada noche…
me basta el ojo sedoso de una luna sobre el río para encontrarme en mis huesos,
para reclamar tu germen en mis huesos,
para volver a encontrarme enamorado en tu cuello…
lo triste es el horizonte a veces, vida, tierra… saber que el surco murió antes de tiempo
entre las manos zanjadas de los viejos que caminan todavía por las plazas,
en los palos de una cruz que no fue nuestra elección, ni una enseñanza… sólo una estaca…
pero se nace… ahí mismo donde se murió, se nace,
brotando y rebrotando en cada luna, en cada sol, en cada beso…