Salí de tu costilla.
Tus manos moldearon el barro de mi cuerpo y me llené de gozo.
Dijiste en nombre de algún Dios: “Hágase mi sueño” y fui tu sueño.
(Mi salvajismo fue cubierto con una hoja de parra, tan tierna en su niñez
que me dolía por el cuerpo. Despertaron mis ojos sin malicia a tu carne de hombre deseada y comiste del fruto de mi vientre como animal domesticado por los años. Así nacimos el pecado
-ese hijo pesado como un fardo-
que amamanté con el error de nuestra magia, con lo brutal de nuestro sexo y el hechizo de tu corazón).
Salí de tu costilla, perfecta para vos, tan hecha a tu medida, tan lograda,
que fui en la patria de tu boca, desnuda como Eva: la manzana.
MARTHA JACQUELINE IGLESIAS HERRERA