Cuando en el suelo aún no se dibujan sombras,
y quedan vestigios de humedad en los árboles,
amo el andar por ti… mi Habana.
Es que en ese instante tan efímero
donde vas despertando poco a poco
y tu entumido cuerpo que reposa
va entreabriendo sus párpados cerrados
es cuando aspiro y hueles a esos siglos
de suave aroma y resplandor innato.
Ya en tus ojos abiertos no hay descanso,
pero… qué grato recorrerte toda
sin límites de tiempo y de distancias,
marcando el paso por tus puntos cardinales
la multitud que fluye en tus arterias
te da esa vida… como a ninguna otra.
Habana Vieja y Colonial, eres historia,
perpetuamente en tus muros desdoblada,
no existe ni un rincón que no conozca
de tus claroscuros detallados,
porque aún las luces que no hieren
las barriadas de tu seno marginadas,
no magullan ni restan a tu encanto,
la belleza febril que te acompaña.
Tu existencia… entre pretérito y futuro
es preludio a un lirismo desbordado
es que eres longeva tan magnífica
y un entorno a mi vista tan preciado,
que ni el sueño inevitable que te vence
impide que te ande…
cuando cierran tus párpados.
Martha Jacqueline Iglesias Herrera
Del Libro: «De Estirpes y Credos».