Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo…
Así habló Zaratustra—Nietzsche.
Partir lejos del ruido.
Hacia el signo del monje.
Donde la tierra se hace seno
y raja el horizonte.
Irse de uno mismo
abandonando lo ilusorio de la forma.
Fugarse de la carne inexistente
y del eje absurdo de los huesos
hasta encontrarse con aquel
que puebla nuestro espejo.
En lustros de a dos,
en la estatura de lo alto,
descubrir al fin las manos largas
y empezar nuestro ocaso
en la necesidad salvaje del retorno.
Esteban Fernández