soñolencia de los grillos… allá, durmiéndose un fulano ausente,
apenas un remendón de la siesta postergada,
que era un parche flojo de la noche en vela,
que era un flaco esfuerzo por rendirse al tiempo…
humilde el dolor del alma cuando el alma está en las manos,
al borde de lo impensado está la verdad que crece sin aforismos idiotas,
la piel doblada del miedo, la llaga cierta de un golpe absurdo, la vida…
…se arruinan muchas fronteras en la somnolencia dulce de los grillos,
cuando madrugan los besos del descanso bajo la llovizna mansa y el silencio,
y un manto entre piadoso y supremo mata furias, calma ardores,
hunde minutos de ausencia al pensamiento…
(sé que voy a envejecer irremediablemente, decía un árbol,
solo espero no transformarme en un pozo además de un viejo”)…
nos vimos en esa quieta virtud de ser la nada un instante,
el catarreo gangoso de las chapas de algún techo medio flojo de la cuadra,
las disculpas de Mandinga a un perro enfermo
que todavía se asquea de hambre en la vereda,
los sonámbulos destinos del perfume
que mezcla flores y lluvia, y zanja, y sangre…
cierto miedo a no morir (habiendo visto a los muertos que no mueren),
cierta angustia por renacer en segmentos antes de haber despertado
(sabiendo que varios odios de este pueblo aún duermen tranquilamente)…
ahí nos vimos, mirando el sedoso vuelo de los ojos, nos miramos…
¿qué hacer, sino madrugar la sed, mirando, queriendo?
Sé que voy a contener tu pensamiento en mi instinto,
irremediablemente lo sé, como sé que estoy desnudo y contenido en tu carne,
desperdigando secuelas y murmullos de mi sangre por tu sangre,
apisonando sencillas mansedumbres y sublimes irreverencias en tu estambre,
seda, telar, crisálida, farol, malvón, paloma…
y no me quiero dormir
sin ver que el sol vuelva a inundar los derrames de este pueblo,
sin ver parpadear el pueblo de tus ojos claros,
sin este instante de ausencia…
Horacio De Stefano