¿Y si el espacio que media entre tu sueño y el mío fuera el milagro de un beso? Nazco hijo de tu sangre y por tu sangre me quedo… brotando dulce… despacio… niño, hombre, tuyo, viejo. Desde tus ojos me veo mirándote la sonrisa, a dos suspiros tus labios, en un mañana el recuerdo. Me
Era ella esposa de la distancia y los sustentos. Era una ausencia cómplice en el umbral de los días. Cautiva de sus miedos de lirios y margaritas blancas sembró las pulsaciones quebradas de sus lunas. Era él la savia intraducible de la costumbre. Traía un sueño sin nombre a cuestas un velero escorado
Virgilio nuestro de cada verso, testifica los nervios y la sangre, los tercos sudores de las almas sepultadas bajo los alaridos de la miseria. Luego palpa estos huesos azorados; di si son ciertos, si una fuga, si dos espejos valdrían el desabrigo de una muerte. Testifica esa grave penitencia de la voz para que las
Puede que la felicidad se esconda entre las hendijas de esta hora pulcra insobornable que enjuaga las lágrimas de mi esqueleto. Han revivido dentro de mí todos los relojes y hoy me sobra tiempo para escarbar las sombras del recuerdo. Hablo del reino de la noche -oh noche, descosida luz que desnuda sus
Entonces la soñé desnuda. Era fuego su piel y ardía entre mis manos como un delirio (luego supe dónde escondía los colores de la risa, dónde su mirada escarba y se detiene). Y le anduve los gestos, la voz, aquella anchura tallada en sus caderas… Y en una esquina del vientre le descubrí
Anoche tuve la distancia hecha nada entre las manos… entre el salto y lo posible se arruinaron las fronteras, y le quité el ego al viento, mi amor, para tenerte en el rastro, desnuda, (cubierta de locura y deseo cada huella) y el hechizo de tus ojos sumó un resto a mi imprudencia, en esta
Tú no sabes quién soy… y, sin embargo, hay tanto de ti misma que me nombra cuando me renuevo en un perfume, en la pluma de algún pájaro debajo de tus sábanas, en el candil que proyecta mi sombra contra el muro, en un rumor de pasos… Tú no entiendes mis modos de partir ni
Cuando intuyo tu silueta entrándole a la ceguera de mis ojos, ruge el viento, el viento… hermano de los senderos que da sentido a mis pasos, y me vuelvo entonces posible de llegar hasta tu cuerpo. Y soy semilla en tu vientre, minúsculo germen de la geografía inconfesaque me dibujan tus años, y soy
Éramos jóvenes y el mundo cabía en las pupilas de tus ojos,todo él, desde su páramo en sombrashasta su roída grandezaquedaba vencido, como yo,frente a tu sonrisa de demoniaca virgenque apresuraba la codicia de mis manoshambrientas de rumoressobre tu pecho invicto,guarnecido de memorias. Éramos jóvenes y el mundo…diablos, qué importaba el mundo,si en tu espina
(…) No espero más de la vida ni -por nombrar- de la muerte que el filo de mi perfume que corta la pretensión de los vivos y me bendice la suerte, me basta el aliento dulce de mi boca pa’ iluminarte las noches y consagrarte el camino con la ilusión que te bordo con los