y cierren tras de mí las puertas herméticas del Hades,
yo tomaré la ruta hacia Occidente
en un viaje sin retorno a las Hespérides,
o a un Avalón desierto y sin manzanas.
Cuando cierren las puertas y ventanas
del último aposento; cuando el viento
se haya llevado el polvo ingrávido
de mis últimas palabras;
cuando ya no quede nada,
sólo quedará un leve recuerdo
del que te nombro como única guardiana.
Aunque yo me haya ido, perdido en esa barca
que pilota Caronte
y no haya un horizonte por delante,
seguiré habitando en el seno
íntimo del jardín de tus recuerdos.
No quiero ni más gloria ni más nada.
Y si has de ser el fiel guardián, yo te convoco
a que evoques mis sueños no alcanzados.
No los mezcles con llantos ni plegarias;
te entrego el Grial donde mi sangre mora.
Envuélvelo en sonrisas y caricias
sobre el lecho de algodón de tu memoria.
Octavio Fernández Zotes.