Imposible no ver cómo barajas el mazo del destino,
tu voz me llega desde lejos,
marcada con el antiguo sello del solsticio:
esa puerta de junio que dejaste entreabierta
cuando te unía un vínculo cercano con la muerte…
tu garantía de regreso a esta vida,
fue allí cuando pactaste con emisarios del futuro
dejando como pago un soplo de tu aliento
atado a un lazo de promesas por cumplir en el mundo.

Sin duda crucé por tus espejos tendidos como un puente a lo soñado.
Sin duda caminas con mis pies y lloras con mi llanto.
Sin duda agradeces los retazos de vida que coso en tu cansancio.
Sin duda a todas mis respuestas le añades aquella pregunta que no hago.

Imposible no ver esa señal
que me fue dada en el día de mi nacimiento.
Por los vanos sin puertas acechaban las múltiples visiones que rompieron mis lápices,
los libros infantiles, las cartas de la abuela que en secreto leía a solas en mi cuarto:
esos juegos de niña tan peligrosos
como la soga que ciñe el cuello del ahorcado.

Sí, esas cambiantes sombras que al rozarte te marcan con un sello de sangre en la frente,
como una señal de pertenencia,
y que tan solo se borra si cruzas el umbral.

Ya desde entonces temblaba al intuir en mi sueño su estatura de espanto.
Ya desde entonces confiabas tu memoria
a la luz de mis manos.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera
DEL POEMARIO: «RITUAL DE LO INVISIBLE»