(«Las coronas de los reyes
descansan sobre los féretros de los trabajadores».
José Martí)
Desde los ojos estamos siempre actuando,
de nuestras pieles salen hilos por doquier…
de nuestra risa: el llanto.
Nuestros pasos van marcados por manos misteriosas
y voces que nos guían, sin tregua, a toda hora.
¡Ay! Qué pena ver los pies sin un camino propio,
luchando por los sueños y los afanes de otros.
Qué pobres si nos pensamos libres
porque no vemos barras de hierros que nos cerquen.
No podemos comprender que esas hebras son rejas
más fuertes que el acero, invisible a los ojos.
Nuestra prisión es la cárcel más cruel que haya existido,
pues nuestras vidas irán siempre manejadas por hilos.
Qué pena que ostentemos de una libertad tan lejana y ausente.
¡Lástima de los oídos sordos!
¡Lástima de la voluntad sometida!
¡Lástima de nuestra risa incrédula!
¡Qué lástima de nosotros… marionetas!
Martha Jacqueline Iglesias Herrera